lunes, 4 de mayo de 2009

Carnaval Santiaguero, por José Millet y Vila y Brea

SOCIOLOGIA DE LA COMPARSA CONGA “LOS HOYOS”: UN ESTUDIO DE CASO.

 

Por José Millet, Rafael Brea y Manuel Ruiz Vila

 

 

Ciertos elementos del arte trascienden su determinación local, al someterse a un proceso de socialización en el que terminan siendo interiorizados por un grupo social o comunidad y generalizados por manifestaciones diversas como las festivas, o en el quehacer cotidiano. Dichos elementos imprimen un sello particular en el que se hace distintiva su cultura, la que remite casi necesariamente al soporte de identidad particular y a un conglomerado humano mayor al que se denomina pueblo. Al remitir a este término de pueblo, es referencia obligada ese otro, de complicada delimitación, que se denomina nacionalidad. En esta misma línea de pensamiento, el investigador Joel James ha apuntado hacia el fenómeno de la singularidad de la cubanía.

En efecto este autor propone apresar la aparición de los primeros vestigios de nuestra conciencia nacional, hecho que sitúa durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y lo microlocaliza en el universo del conocimiento regional que poseían los diferentes estratos de aquella sociedad local. Según este esfuerzo de conceptualización, es a nivel de estos tejidos de base que dichos conocimientos – en razón de los vínculos familiares, la convivencia y el medio en que habitan – es trasmitido al resto de la sociedad, de modo tal que el propio concepto de nación se circunscribiría, originalmente en términos de región.

En el contexto de las manifestaciones culturales consagradas y codificadas por la sociedad, de las actividades festivas y de la cotidianidad local, en la ciudad de Santiago de Cuba el carnaval identifica y connota las expresiones más genuinas y auténticas de nuestra cultura nacional, en tanto que – entre otras razones – sostiene ese sentido de continuidad coherente dado por la presencia del pasado en el presente que caracteriza a la tradición.

En el intrincado concepto que engloba localidad/ tradición/ identidad cultural, se pone claramente en evidencia entre las familias y los comparseros residentes en el barrio de Los Hoyos cuando califican su comparsa como forma de expresión cultural del barrio.

Consecuentemente, al inscribir su comparsa como un emblema portador de esa cultura del barrio, los conduce, consciente o inconscientemente, a interiorizar aquello que conforma sus patrones de nacionalidad y cubanía. En la voluntad de mantener la comparsa actualizada y a la vez preservar en ella determinadas expresiones artísticas tradicionales, donde confluyen fuerzas encontradas: las del radicalismo y el tradicionalismo cuyo resultado concluye en el afianzamiento y consolidación del signo tradición asegurando así su continuidad en el presente y el futuro.  

EL BARRIO:

El santiaguero considera al barrio de Los Hoyos como el más tradicional de la ciudad, entre otras cosas, porque percibe que es el lugar donde mayormente se han conservado nuestras tradiciones.

Paradójicamente la historia a veces se comporta con mucho capricho. Durante la Colonia y la República, Los Hoyos no fue reconocido oficialmente como barrio. Tampoco en la actual división político administrativa ha sido reconocido. Y sin embargo la sociedad lo ha instituido como tal en franca oposición a los empadronamientos oficiales.

Referencias documentales en los archivos de la ciudad consignan la existencia de una laguna en la calle San Ricardo a la entrada de la de Santa Inés que la secretaría del ayuntamiento necesitaba rellenar. Testimonio escrito este, que apoya la afirmación del periodista Ramón Cisneros Justiz, quien da como explicación al surgimiento del nombre del barrio, remontando su origen a los siglos XVII y XVIII, donde por razones de rellenar en el área próxima a la Bahía de la ciudad donde se producían penetraciones del mar, se obtuvo el relleno para las mismas mediante excavaciones en la parte norte de la ciudad, las cuales provocaron hoyos en aquellas llanuras. La tradición oral confirma esa teoría y esos huecos sirvieron para que el área fuera denominada como Los Hoyos, nombre que sobrevive hasta el presente.

En el censo  de población realizado en 1890 se registraron los siguientes barrios: Belén, El Cristo, La Catedral, Dolores, Santo Tomás y Trinidad.

De estos antiguos barrios los de Trinidad, Santo Tomas y El Cristo han quedado incluidos total o parcialmente en la delimitación geográfica de Los Hoyos consagrada por la tradición oral, comprendiendo aproximadamente el 50 % del área que suman los tres.

Para determinar aproximadamente la población actual existente escogimos por los censos de la  OFICODA las zonas que correspondían al área delimitada, lo que arrojo un total de 21 zonas con un número de 4476 núcleos familiares y una cifra de 19284 habitantes.

Ante la imposibilidad de poder trabajar la investigación con todo este universo poblacional decidimos obtener una muestra representativa de cada zona, para lo cual, seleccionamos aleatoriamente un numero de familias proporcional al total de las mismas obteniendo una muestra de 133 familias. Infiriendo para la población entre otras variables sociológicas la distribución porcentual que a continuación relacionamos:

Composición racial en %

Blancos               Negros             Mulatos                 Chinos                Indeterminados

20.3                      30.8                  28.4                         5.3                            5.2

Escolaridad en %

Menos de 6to g     Con 6to G      Sec. Básica     Pre-Univ      Universitario  Indeterminados

      4.5                        10.5               34.6               35.3                 6.8                   8.3

 

Tiempo de residencia en el barrio y tradición carnavalesca

Tiempo de residencia                                         Tradición carnavalesca

                                                                                 Si             No

  0- 20 años                                                              61 %         39%

  + de 20 años                                                           80 %         20 %

 

Tiempo de residencia en el barrio y tradición comparsera

 

Tiempo de residencia                                             Tradición comparsera

                                                                                      Si               No

0-20 años                                                                      32 %          68 %

+ de 20 años                                                                  49 %          51 %

 

 Nota: Se entiende por tradición comparsera cuando una familia o miembros de esta participan o participaron activamente en la comparsa.

 

En la formación de los barrios más antiguos de Santiago de Cuba están presentes los cabildos. En lo que a la fiesta del carnaval se refiere, las comparsas emergieron a partir de las tradiciones culturales que esos cabildos preservaron y supieron transmitir a las generaciones subsiguientes.

Hay consenso general entre historiadores y estudiosos  que  la zona donde esta enclavado el barrio de Los Hoyos fue el asiento del grueso de la población negra y mestiza de la ciudad. Durante el período colonial, contó con la presencia de sociedades negras como los cabildos Congos, Lucumis y Carabali. A fines del siglo XVIII la población santiaguera recibió el fuerte impacto de la inmigración francohaitiana que se sumó a este abigarrado entramado multietnico. Los antiguos plantadores de Haití y las dotaciones de esclavos que en muchos casos trajeron consigo, intervinieron con un peso elevado en el proceso de formación de nuestra cultura. Un ejemplo elocuente lo constituye la Tumba Francesa.

En el barrio de Los Hoyos posiblemente hayan existido más de una de estas tumbas. Pero ha quedado fehacientemente establecida la existencia de una tumba francesa cuyo prestigio e influjo en toda la localidad ha vencido el tiempo para instalarse en el presente. En este terreno abonado por el aporte enriquecedor de los cabildos y la tumba francesa, los descendientes de aquellos esclavos de españoles y franceses fundaron la comparsa - conga Los Hoyos que se consideraron los herederos del Cocoyé, la que se presentaba así como digna continuadora de aquellas tradiciones y se imponía rendir tributo a la venerada sociedad de cultura francesa. Esta comparsa fue la cristalización mas elevada del proceso de transculturación mencionado y el antecedente más genuino que sabría portar esta agrupación carnavalesca.

 Las observaciones sistemáticas, las entrevistas a comparseros, destacándose entre estas la del fallecido director de la comparsa Sebastián Herrera Zapata “ Chan” , nos permitieron acercarnos a la compleja madeja de los fenómenos interactivos de la vida material y la praxis social en la estructura de esta agrupación carnavalesca, que resume aspectos sensibles del carnaval santiaguero, así como, la aplicación de otros instrumentos de medición sociológica despejaron el camino para tomar contacto con la comunidad de asentamiento y  alimentación de esta comparsa, el barrio de Los Hoyos. Desentrañando un conjunto de fenómenos interactivos que entrelazan firmemente la fuerza de la tradición: la lucha generacional, la competencia entre agrupaciones comparseras, la ética profesional, las religiones no institucionalizadas, de cuyos contactos mutuos y la interinfluencia entre todos, emergen los componentes de una “conciencia colectiva” que sostiene y afianza la tradición.

LA CONCIENCIA COLECTIVA:

Esta conciencia que en primer término se proyecta como imagen del grupo y de su lugar en la propia comunidad, de la que ha surgido y actúa con cierta eficacia se expresa como un ser consciente como un sujeto que sabe autoestimar la herencia que porta, consciente, aún sin saberlo explicar, que representa el patrimonio de una comunidad mayor.

No se trata de un yo colectivo sino mas bien de un centro direccionador del comportamiento del grupo que se manifiesta a través de un conjunto de juicios de valor y de acciones, que difieren en cierta medida de la conducta individual de sus miembros cuando estos actúan fuera del colectivo.

Conciencia colectiva que esta permanentemente sometida a los flujos y reflujos del carnaval. Así se comporta relativamente débil posterior a la celebración de estas fiestas y se va fortaleciendo paulatinamente en la medida en que se acercan las próximas festividades.

Este juego se manifiesta en el plano interno como si la comparsa fuera un punto de equilibrio de fuerzas en tensión generadas por signos contrapuestos.

Así vemos, como en el período de un carnaval a otro, afloran inicialmente contradicciones de diversas índoles: generacionales o producto del choque de lo nuevo y lo viejo, de discrepancias profesionales, de competencia por el liderazgo etc. Pero en la medida en que se aproxima el evento se van acercando a un punto intermedio, los antagonismos van cediendo al razonamiento y la concesión, ante la perspectiva de colocar en peligro los fines del colectivo que siempre deben resguardarse; es este el momento en que más evidentemente se manifiesta la conciencia colectiva aflorando una forma de pensar casi única, dirigida a conseguir esa meta en la que se funden comparsa y barrio. Ha triunfado la conciencia colectiva en base a la cohesión restablecida ante el imperativo de obtener la victoria en las competencias.

LA TRADICION:

Próximos al carnaval, aún sin comenzar los ensayos, hay un ambiente de franca alegría en el barrio, los comparseros acuden a la sede de la comparsa para formalizar sus inscripciones: tocadores, caperos, pendoneros, figurantes y salidores en general, muchos de los cuales habían estado ausentes o asistido esporádicamente a la sede acuden ahora a reafirmar que ellos están listos para la contienda.

Comienzan entonces las reuniones en que la directiva de la comparsa presenta su plan. Se discuten ideas sobre coreografía, vestuarios, etc. Vuelven a introducirse en la conga ciertos disturbios, hay criterios contrapuestos y parecería que nunca se pondrán de acuerdo, hasta que finalmente el director define la idea artística de la presentación total de la comparsa y todos callan con absoluta solemnidad, parece como si estuvieran ante la apabullante evidencia del triunfo.

Comienzan los ensayos y todo el espacio se estremece con el hondo bramido de los tambores, el repiquetear de la campana y el penetrante timbre de la corneta china. Un mar de gente invade la plazoleta de los ensayos, el barrio se transfigura al oír su comparsa.

El entusiasmo no apaga las voces críticas, más bien las multiplica y convierte en recomendaciones prácticas. El vecindario es solo ojos y oídos para la comparsa. A partir de ahora comparsa y barrio, carnaval y pueblo son la misma cosa.

La comunidad simultáneamente se convierte en juez y parte. Se constituye ante sí misma en juez que emitirá un veredicto que, aunque no sea oficial, tiene consecuencias muy profundas. Antes de presentarse al jurado nombrado oficialmente para otorgar los premios de este carnaval, la comparsa recibe el fallo de su comunidad que la ha estado observando largamente.

El barrio de antemano sabe si su conga gano o perdió, él otorga su fallo, del que dependerá la conducta del barrio ante el veredicto definitivo. Esa sentencia popular cuenta con mucho mas poder: se trata del poder selector de una conciencia colectiva que movida por la fuerza de la tradición, evalúa el nivel artístico de quienes la van a representar y en que condiciones se presentará en la competencia.

Una confirmación convincente de la presencia de esta conciencia colectiva y de la fuerza de la tradición en la comunidad se manifiesta en las respuestas de las 133 familias entrevistadas, donde a la pregunta de si consideraban a la comparsa como expresión cultural del barrio 122 familias, que representa el 91.7 %, respondieron afirmativamente y ante la pregunta de por qué se obtuvieron respuestas entre otras similares como:

Es reflejo de nosotros mismos, de nuestra tradición.

Significa mucho para nosotros como raíz popular.

Se perdería la tradición y dejaría de ser el carnaval.

Es tradicional, el barrio se disgustaría, dejaría de ser si le quitan su comparsa.

Representa auténticamente nuestra idiosincrasia.

Es una tradición, sin la conga el barrio no es barrio.

No se puede acabar, es oriundo nuestra esta en nuestras raíces.

Es una tradición, es un problema de idiosincrasia, es la cubanía.

Responde a la forma de pensar del barrio, lo identifica como comunidad.

LA INVASION:

En el mes previo al comienzo del carnaval, se intensifican todas las acciones relacionadas con estas fiestas, entre ellas los referidos ensayos. Hay un constante ajetreo y se intensifican los contactos entre las agrupaciones carnavalescas, aún las marcadas con la tradición como eternamente rivales. La competencia entre congas y paseos aumentará en la medida en que se aproxime el inicio del carnaval. Y he aquí que las tensiones serán sometidas nuevamente a un juego para que la sangre no llegue al río, este es entre otros el objetivo oculto de la invasión, la cual consiste en el desfile de las comparsas que indistintamente incursionan los barrios de las agrupaciones rivales de manera previamente acordada. Se pretende así rebajarle el filo a la enemistad y al incremento de la agresividad, que aflora en un contexto de sentimientos encontrados y que esperan el momento propicio para solucionarse.

De modo que, la invasión se comporta en este juego como una presentación pública de colectivos humanos con cierto nivel de rivalidad y que se han preparado durante un año para un certamen que aprecian como altamente importante para sus vidas.

La invasión contribuye así mismo a incrementar la conciencia colectiva en torno a la comparsa, por lo que es más que el mero cotejo competitivo entre agrupaciones carnavalescas, es la confrontación de las comunidades de los barrios inmersos en el carnaval. De ahí que, a partir de este momento, la rivalidad entre individualidades que habían pugnado internamente  en el seno de cada agrupación queden neutralizadas y que la contienda entre agrupaciones pase al primer plano.

Lo importante es ganar, y el triunfo no es solamente de la dirección de la comparsa ni aún de la comparsa misma, sino de todo el barrio. Por tanto de ahora en adelante piensa y actúa el barrio.

En este nuevo esquema la comparsa representa al barrio, es depositaria de su legado más valioso: las tradiciones espirituales celosamente guardadas y conservadas como un bien común es la que expresa ante la sociedad una cultura que lo identifica y distingue esa misma cultura que le imprime un sello particular.

EL APRENDIZAJE:

Los tocadores constituyen el núcleo principal de la comparsa. A la ejecución de los instrumentos musicales de la conga se llega a través de un proceso de selección natural, no media el convencional sistema académico de enseñanza – aprendizaje. El virtuosismo en la producción de la música carnavalesca constituye un autentico fenómeno que responde enteramente a los mecanismos de la tradición.

Se trata de una verdadera carrera de relevo en la que los mas viejos trasladan a los mas jóvenes las técnicas y los conocimientos adquiridos, los padres enseñan a sus hijos los secretos de la ejecución y en suma los comparseros más sabios se manifiestan como catedráticos avezados  en la función de enseñar a tocar de forma práctica, los instrumentos musicales legados por los antepasados. Esas enseñanzas las van asimilando las nuevas generaciones con aptitudes, de modo empírico, casi primitivo oyendo y viendo tocar esos instrumentos casi desde que comienzan a caminar y a hablar.

Después de un largo proceso de aprendizaje empírico los brotes nuevos empiezan a tocar a solas o en presencia de los viejos cuando estos lo permiten. Es así como se desarrollan las aptitudes y habilidades de la generación recién iniciada en una sucesión que va del niño al joven y de este al adulto maduro. El resultado final es su inserción de forma espontanea en el núcleo de tocadores sustituyendo a un ejecutante ausente o simplemente relevando a un músico cuando la calidad del ejecutante nuevo ha permitido distinguirlo con ese privilegio.

LA LUCHA GENERACIONAL: 

La comparsa funciona en tanto que exponentes representativos de una comunidad, como una microsociedad. En su interior encontramos microestructuras establecidas a partir de un conjunto de valores compartidos con el conglomerado humano mayor, consagrados y codificados por la tradición. El orden interior no es estático, por el contrario, esta siempre sacudido por frecuentes conmociones dada por las contradicciones existentes entre sus componentes. Esta microsociedad está conformada por personas de estratos sociales bastante similares en los que se pone de manifiesto ese choque comúnmente denominado lucha generacional, detrás del cual se esconde un proceso de una complejidad aún mayor. Esta confrontación se presenta así:

a)      Una generación vieja: configurada en lo fundamental por el núcleo de dirección de la comparsa. Se caracteriza por su experiencia, el conocimiento de historias y leyendas en torno a determinadas cuestiones – como las cualidades artísticas y personales – y por ser portadora de un conjunto de patrones y normas de conducta que recibió de sus antepasados y que mantiene y se encarga de trasladar a las generaciones subsiguientes. Este grupo trata de mantener la tradición  y es, de facto, un núcleo selector para impedir la ruptura de esos patrones culturales en que se sustenta esa microsociedad.

b)      Una generación nueva:  Su conducta social, en general, esta marcada por similares patrones y normas de la generación anterior pero, como resultados de los requerimientos de las nuevas condiciones de vida, asume posiciones radicales – en gran medida inconscientemente – en lo referente a la introducción de innovaciones lo que deviene en un conflicto generacional que en su esencia, puede ser interpretado como el choque entre el tradicionalismo, entendido como conservación, que representa la generación vieja, y el radicalismo entendido como innovación y modernización, que ella representa.

c)      Una generación intermedia: Que en su apariencia se presenta como puente entre la vieja y la nueva generación, pero que esencialmente no es sino aquella generación que habiendo sido nueva, fue asimilada por la tradición, o sea, a la que el mecanismo selector permitió aportar innovaciones insertándolas de forma útil en la manifestación artística sin que se pierda la esencia de la tradición. Es, por tanto, parte principal de la fuerza reorientadora que garantiza la continuidad.

En esta decisión de mantener la tradición comparsera el 93.2 % de las 133 familias entrevistadas se manifestaron a favor y al definir porque se dieron respuestas similares entre otras como:

La heredamos de nuestros antepasados y no puede perderse.

Es lo único que mantiene la tradición carnavalesca que en otros aspectos se ha perdido.

Sin conga no hay carnaval y hay que mantenerla con su autenticidad.

Es una tradición del barrio, no se puede vivir sin ella, se lleva en la sangre como herencia de los antepasados.

Si deja de existir la barriada pierde su razón de ser. Ellas fundaron los carnavales.

LA RELIGION:

LA comparsa – conga de Los Hoyos resalta las huellas, aún hoy perfectamente perceptibles, no solo en la esfera de la conciencia del grupo sino incluso en el de su peculiar manera de comportamiento social y cultural, dejadas entre sus integrantes por esa fragua de nuestra personalidad nacional que fueron los cabildos. Estos en el caso que nos ocupa, reforzaron su influencia con las denominadas tumbas francesas. En ese crisol se sintetizaron los aportes, en cuanto a valores espirituales y a peculiares maneras de pensar y hacer de los africanos, sus descendientes transculturados y los de los antiguos amos blancos en estrecho contacto con una realidad distinta que trastocaba su escala de valores y conceptos generales.

Religión popular y carnaval andan juntos entre estos comparseros, porque, en primer lugar, la cultura tradicional de que son portadores no se desdobla en su conciencia ni en su actuación. En efecto si entre las disimiles y no siempre congruentes individualidades que convergen en el núcleo comparsero de la barriada hay una fuerza centrípeta, esas son las creencias mágico – religiosas mayormente compartidas, a pesar de los diversos matices que las mismas pueden tener. Justamente porque los signos espirituales tan raigalmente inscriptos en su conciencia constituyen un factor de identificación cultural de excepcional peso entre la comunidad y esa comparsa.

En resumen la Comparsa como algo que impone un peculiar modo de sentir y de actuar a los ciudadanos de esa pequeña patria que es el barrio. Pequeña patria en tanto que esa cultura asumida como propia y que se expresa entre otros medios, a través de la comparsa, es síntesis de disimiles culturas, la española y la africana en un primer plano que diera origen a nuestra cultura nacional. Y para el barrio esto es la cubanía, sus raíces y su identidad.